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Colloque Seville - 23-  25 septembre 2011

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Este año el Observatoire national des cultures taurines tiene la gran satisfacción de haber conseguido que la corrida esté oficialmente inscrita por la autoridad ministerial en la lista del patrimonio cultural inmaterial de Francia. ¿Por qué ha considerado esta tarea como su gran prioridad ? Porque la supervivencia de la tauromaquia está supeditada a dos condiciones determinantes : la autenticidad del espectáculo que debe ser mantenida a toda costa, evitando cualquier deriva susceptible de convertirlo en un simulacro de lidia y, por otra parte, el reconocimiento de la Fiesta como una cultura viva.

Desde luego, esta empresa tendría poca trascendencia si no se vinculara con un proceso más amplio en el cual deben sentirse involucrados los ocho países con tradición taurina. Es así como el encuentro internacional sobre La fiesta de los toros, un patrimonio inmaterial compartido, celebrado en la Maestranza de Sevilla en 2009, tuvo como resultado una declaración firmada por el conjunto de los participantes de aquellos países. Ésta inspiró a su vez la Declaración que la Coordinación internacional para el reconocimiento ante la UNESCO de la tauromaquia como patrimonio de la humanidad elaboró como argumentario básico, e inspiró también los argumentos que fueron presentados al ministerio francés de cultura.

Ahora bien, ¿cuáles son las claves del éxito que hemos logrado con este reconocimiento nacional?

  • La solicitud ha sido encaminada por una entidad – en este caso el Observatorio nacional de culturas taurinas - que ha logrado agrupar en su seno a todos los actores del mundo taurino en el país galo : toreros, ganaderos y empresarios , asociaciones de aficionados, Unión de Ciudades Taurinas de Francia (47 alcaldías son miembros de esta Unión) y destacados investigadores ;
  •  Desde el primer momento este combate por la Fiesta ha escapado a las luchas internas de la política y a sus vicisitudes. Nos han apoyado diputados, alcaldes, presidentes regionales de la derecha, del centro y de la izquierda, considerando que la afición es una sensibilidad legítima en las tierras de tradición taurina, un reflejo significativo de la identidad cultural de dichas regiones, perfectamente compatible con la diversidad de las opiniones políticas ;
  • Desde el primer momento, también, esta empresa ha privilegiado el punto de vista científico. El Observatorio ha constituido en su seno un comité de antropólogos, historiadores, sociólogos, filósofos, especialistas de ecología humana y animal, que han aunado su reflexión para elaborar un argumentario, de manera a exponer todos los valores culturales y ecológicos de la Fiesta, y su conformidad con el concepto de patrimonio cultural inmaterial, tal como lo define la Convención de la UNESCO del 17 de octubre de 2003. Es este argumentario en forma de ficha técnica que el ministerio de cultura ha inscrito en su inventario nacional. Las consideraciones expuestas en este escrito explicitan en el ámbito cultural los motivos por los cuales la corrida está legalizada en Francia desde 1951, en las regiones taurinas de « tradición ininterrumpida ».

En este argumentario hemos insistido en cuatro puntos fundamentales :

  • El hecho de que la corrida está basada en el respeto que los toreros y los aficionados sienten por el toro durante su cría y su lidia en el ruedo. Hablar de este sentir de los aficionados, y de sus verdaderas motivaciones al asistir a un espectáculo taurino, equivale a poner en énfasis el punto de vista antropológico, el cual está precisamente privilegiado por la UNESCO en sus convenciones sobre el patrimonio cultural inmaterial y sobre la diversidad de las expresiones culturales. En estos textos, firmados por el conjunto de los estados miembros, se reivindica el respeto de todas las prácticas culturales con las cuales se identifica un determinado grupo humano, invirtiendo en ellas emociones, interpretaciones y valores, trasmitidos de generación a generación, con la única salvedad de que estas prácticas estén conformes a los principios de la Declaración universal de los derechos humanos. Por esa razón los aficionados no deben ya tolerar el menosprecio de su sensibilidad por los antitaurinos, ni esa calumnia según la cual sólo les anima el placer perverso de ver torturar a un animal ;
  • El significado filosófico, estético y antropológico de la muerte del toro en la plaza como culminación de la lidia y del toreo. En efecto la corrida es un espectáculo vivo y a la vez una ceremonia en la cual el triunfo de la vida sobre la muerte, del arte y de la inteligencia sobre la fuerza brutal es el significado fundamental. La amenaza mortal, simbolizada por la fiera, es hipnotizada y transfigurada por el arte del toreo. Lo que vemos en el ruedo es la conjunción entre la vida y la muerte, la celebración de esta pareja fundamental que define cualquier ser existente y que se encarna en esa otra pareja que se desenvuelve en la arena. Todo lo que acontece en una corrida se vincula con la vida y la muerte, empezando por el toreo. La conciencia que comparten el torero y el aficionado de este arte singular se centra en la evidencia de su realidad fragil y efímera, en el mismo momento en que éste trata de comunicar la apariencia de una eternidad impermanente, con la aportación fundamental del temple.
  • Esta explicación es importantísima, ya que la condena por parte de los adversarios de la corrida, y las dudas de los que no comparten nuestra afición sin ser unos oponentes radicales, se centran en el hecho de que se mata al toro en público. A este respecto los antitaurinos se agarran a todos los argumentos posibles para conseguir la prohibición de la Fiesta : desde el « no se debe matar a un animal » (interdicción dificilmente sostenible en la realidad) hasta « la muerte no puede ser un espectáculo », pasando por « no se debe matar por diversión ». Resulta que cualquiera de estas afirmaciones condenaría un sinfin de ocupaciones tan banales como la caza, la pesca deportiva o por ocio, muchas costumbres gastronómicas y, en particular, dos prácticas ya reconocidas como patrimonio de la humanidad sin que nadie se haya llevado las manos a la cabeza : la cetrería y el sanké-mon, ceremonia llevada a cabo en Mali, durante la cual, para complacer a las divinidades del río, antes de realizar una pesca colectiva, se sacrifican y se tiran a las aguas cabras o gallos ;
  • La multiplicidad de las actividades culturales que forman parte de la vida de los aficionados en Francia, que nutren su pasión durante todo el año y fomentan la confraternidad (coloquios y encuentros con profesionales, sesiones de videos, viajes de los clubes para presenciar corridas o visitar ganaderías, exposiciones artísticas o documentales relacionas con la tauromaquia, numerosos libros, revistas y sitios en Internet dedicados al tema taurino…). Esta consideración ha permitido mostrar que la corrida en Francia no es un mero « producto de importación », sino una auténtica tradición ampliamente cultivada por la comunidad aficionada ; lo cual justifica la ley que admite la corrida en las regiones taurinas, y lo cual demuestra también que una tradición no es la supervivencia de una práctica estancada en el pasado, sino su« trasmisión de generación a generación », tal como lo exige el concepto de patrimonio cultural inmaterial en la convención de la UNESCO;
  • La insustituible riqueza ecológica condicionada por la existencia de la Fiesta, con la preservación del encaste bravo, con los espacios naturales de las dehesas, propicios al desarrollo de la flora y fauna salvajes y, por otra parte, este acercamiento excepcional a un animal no adiestrado que constituye la base del toreo. Nada en efecto es posible sin esta compenetración con la cual los toreros, según ellos mismos dicen, « se meten dentro del toro », perciben sus querencias – ¡magnífica y sugestiva palabra ! -, y aprovechan sus reacciones más íntimas para realizar con esta materia compleja y movidiza - siendo el toro al mismo tiempo una pareja con la cual hay que saber dialogar -, una obra de arte. Este diálogo tan peculiar entre el torero y el toro es lo que moviliza la atención de los verdaderos aficionados así como sus esfuerzos para entenderlo cada vez mejor, perfeccionando su vista y sus conocimientos.

Con estas consideraciones hemos logrado convencer a la comisión competente del ministerio de cultura que la corrida correspondía a los cinco criterios o campos marcados por la convención de la UNESCO de 2003 para identificar un patrimonio cultural inmaterial (las artes vivas del espectáculo, las expresiones orales, los acontecimientos rituales o festivos, la artesanía tradicional, los conocimientos en relación con la naturaleza y el universo). Sin embargo su inscripción en la lista oficial del patrimonio nacional ha despertado una tempestad de iras por parte de las agrupaciones antitaurinas que, en esta ocasión, han revelado su verdadero rostro, el de la intolerancia y del totalitarismo antihumanista (una pancarta de los manifestantes ante el ministerio llevaba las fotos de un cordero, de un cochinillo y de un niño de pecho, con esta frase: « ļTodos iguales con los mismos derechos ! »). Han exigido « la desinscripción » de la corrida con toda clase de presiones, algunas con violencia y terrorismo verbal y hasta material, contra miembros del Observatorio y del ministerio de cultura. Por cierto sería muy justo rendir un homenaje al director general del Patrimonio quien, después de estar muy atento a nuestro argumentario que permitió la inscripción, tuvo que soportar de estos fanáticos toda clase de injurias. Este furor contra una valoración científica de la dimensión cultural de la Fiesta no es más que un achaque de oscurantismo que recuerda aquellos tiempos en los cuales los avances de la ciencia quedaban sometidos a lo politicamente o religiosamente correcto. ļCuidado con esa nueva inquisición con tinte animalista !

Los enemigos de la corrida han tratado por otra parte de transferir su polémica en el campo jurídico y político, reprochando en primer lugar a la comisión competente del ministerio de no haberles consultado antes de tomar su decisión (ļTampoco a los expertos de la UNESCO se les ha ocurrido consultar a los adversarios de la cetrería o del sanké-mon antes de inscribir estas prácticas en la lista del patrimonio inmaterial de la humanidad ! Se han limitado a estudiar los argumentos de sus partidarios). Detrás de esta reclamación se esconde el recurso que les parece definitivo a un referendum, una votación general para comprobar que la mayoría en Francia no quiere saber nada de los toros. Que en el conjunto de la población francesa los aficionados sean minoritarios, es muy posible. Pero precisamente las convenciones de la UNESCO han sido hechas para proteger los derechos de las minorías culturales dentro de los límites ya marcados. Esto se llama el respeto a la diversidad,- tan importante en nuestro mundo cada vez más uniformizado y globalizado-, y a la libertad. Si no me equivoco, estos principios constituyen la médula constitucional de nuestros países democráticos. A nosotros, amantes de la Fiesta, nos incumbe ahora defenderlos.

François ZUMBIEHL

Antropólogo y escritor

Vice-presidente del Observatoire national des cultures taurines